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Testimonios de conversión En el foro de jóvenes de Costa Rica y la JMJ de Panamá 2019

Algunos jóvenes de la Comunidad del Emmanuel de Nicaragua nos dan sus vivos, sencillos y claros testimonios de  su experiencia como voluntarios en el Foro de Jóvenes de San José de Costa Rica y en la JMJ de Panamá 2019.  Mensajes que invitan a sus congéneres a decidirse a entregar sus vidas a Jesús, sin miedo.

Humberto: “Comprendí la fuerza de la oración de mis hermanos y la importancia de la vida comunitaria”

Mi nombre es Humberto José Gutiérrez Lacayo. Tengo 22 años de edad y pertenezco a la Comunidad del Emmanuel en Granada,  Nicaragua desde hace 2 años.  Actualmente soy miembro y responsable del coro de dicha comunidad. Quiero compartirles mi experiencia antes, durante y luego de vivir el Foro Internacional de la Comunidad del Emmanuel en Costa Rica y la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá con el Papa Francisco.

Antes de este viaje surgieron muchas dudas en mí sobre si ir o no; tenía planeado muchas cosas acá en Nicaragua, perdí mi trabajo a raíz de las dificultades en el país y sinceramente tenía pensado no ir.  Esta manera de pensar era debido a que mi fe en ese momento era muy frágil, mi vida comunitaria bastante insípida, faltaba ese sabor que solamente el Señor con su Espíritu Santo puede darnos. Increíblemente el Señor fue trazando el camino que me llevó a tomar la decisión de ir.   Me ofrecieron un nuevo trabajo con un buen salario,  pero no podría viajar a la JMJ.   La ambición casi me atrapa; sin embargo, cuando me aprestaba a formalizar mi vinculación, varios inconvenientes  (tenía que viajar a otra ciudad, el trabajo era de noche, me dieron cita para una fecha equivocada) me convencieron de que esta empresa no era mi lugar.

Superando obstáculos

Un domingo, tras regresar de una falsa cita con la nueva empresa, busqué rápidamente mi comunidad, que se encontraba en un retiro de fin de semana.  Al llegar me postré ante el Señor en la capillita donde tenemos nuestras alabanzas y misas en cada retiro, con un fuerte deseo de llorar; le pedí que me perdonara, que me guiara y le prometí que actuaría bajo Su santa voluntad.  Ahí lo entendí, el Señor había estado conmigo todo el tiempo y  su deseo era que  viajara a Costa Rica, a pesar de que ya había desechado la idea, no tenía nada preparado y la fecha de partida era inminente.    Con la ayuda del Señor y mis hermanos de comunidad, logré viajar.

El Foro de la Comunidad del Emmanuel en Costa Rica me ayudó a acrecentar mi deseo de servir.  Actividades como barrer, lampacear, cocinar, limpiar baños, trasladar sillas de un sitio a otro, me ayudaron a ser más humildes y a siempre decir sí al proyecto del Señor, así como lo hizo Su Madre, nuestra Madre la Virgen María. De igual manera fue el sitio perfecto para compartir y fortalecer la unión con mis hermanos de comunidad, y con aquellos que aún no pertenecían a ella,  pero habían sido invitados a vivir esta hermosa experiencia.

En lo personal, el Señor me dio la oportunidad junto con otros hermanos de la comunidad en mi país de animar las alabanzas y misas de este Foro junto a personas de diferentes países; dicha experiencia acrecentó en mí el gozo y ese deseo ferviente de abrir mi boca para ensalzar a mi Señor; no era yo, era su Espíritu Santo quien actuaba en mí, en cada uno de nosotros.  Las alabanzas, misas, adoración, charlas, compartir y la oración en complemento con el servicio diario, hicieron de cada día una nueva oportunidad para estar preparados y abiertos al mensaje de Cristo a través de su Vicario en Panamá.

Superando obstáculos II

Cuando llegó el momento de viajar a Panamá, a la JMJ, a mi hermana  y a mí se nos presentó una gran dificultad que casi nos impide viajar.   No obstante siempre mantuve dentro mí el lema que hasta el día de hoy sigue latente en mi vida: “He aquí la Sierva del Señor, hágase en mi según tu Palabra”.  En ese momento de prueba, me di cuenta de la gran importancia que tiene llevar una vida comunitaria, puesto que mis hermanos de comunidad empezaron a orar y a tomar acciones para que mi hermana y yo no nos quedáramos sin vivir esta experiencia.

Sentí a través de mis hermanos el amor de Cristo y de su Madre, nuestra madre María Santísima, quienes me decían: “no tengas miedo, estamos aquí contigo”.  Luego de mucha oración y mucho esfuerzo de parte de mis hermanos de comunidad, se nos dio la oportunidad de poder viajar, aunque con el riesgo de no poder encontrar hospedaje.

Decidí asumir ese riesgo, el Señor ya había hecho tanto por mí, era hora de dar mi sí.  Al llegar a Panamá todo transcurrió sin ninguna dificultad, logré obtener mi cupo y viví sin duda alguna una de las mejores experiencias de mi vida.   Solo lo que se ama puede ser salvado dijo el Papa, el amor prevaleció, ante todo, el amor del Señor, gracias a eso estaba ahí.

La Jornada en Panamá hizo resonar en mí el lema con mucha más fuerza: “He aquí la Sierva del Señor, hágase en mi según tu Palabra”.  Muestra de ello era el despojo, a pesar del cansancio en cada extensa caminata, a pesar del imponente sol, gritábamos y alabábamos el nombre del Señor por las calles con un gozo único, promovimos la unión con hermanos de diferentes partes del mundo, adoramos al Señor con ellos, oramos con ellos, de igual forma compartimos con los hermanos del hermoso país de Panamá, llevamos nuestra cultura, raíces, lo que somos y aprendimos de la cultura de otros hermanos, compartimos una misa con ellos, una misa dada por el Papa.

Todo eso me hizo entender y confirmar cuán maravilloso era el Señor con nosotros sus hijos y cuan necesario era salir al encuentro de Jesús a través de la misión y la evangelización. Como dijo el Papa seamos constructores de puentes y no de muros. Fuimos ciertamente eso.

He aprendido muchas cosas de esta experiencia, pero si me tocara resumirlas todas, solo podría decir como ya dije anteriormente en este testimonio: He aquí la Sierva del Señor, hágase en mi según tu Palabra.

Jenny Adriana: “Jesús cambió mi vida y mi corazón”

Mi nombre es Jenny Adriana Ruiz Robles, tengo 22 años de edad, soy estudiante de medicina y nicaragüense por gracia de Dios.  Antes de Navidad del 2018, yo estaba en un pecado, yo sabía que era pecado y sin embargo no podía desprenderme de él; por lo tanto, llevaba algún tiempo sin comulgar.  El último domingo de Adviento, Jesús me hizo entender que ya no podía seguir así, necesitaba reencontrarme con Él y decidí confesarme; sin embargo, tenía tanta vergüenza de mi pecado que sentía que no había sido clara al momento de confesarme.

Antes de irnos de viaje la Comunidad del Emmanuel realizó un retiro en preparación a la JMJ; en ese retiro cada uno de nosotros nos confesamos y antes de eso teníamos que hacer un examen de conciencia y lo hice, inmediatamente luego de la confesión mi alma se sintió aliviada, me había reencontrado con Jesús y en mi miseria que le ofrecí, Él me seguía amando y yo lloraba porque me sentía agradecida. ¿Por qué les cuento esto?  Porque a como dice un canto: “Jesús cambió mi vida y mi corazón”, me liberó y en forma de agradecimiento fui con un corazón dispuesto a servir al foro de jóvenes en Costa Rica.

Jesús nos educa diariamente y con esta experiencia Él me hizo entender aquella frase de Don Bosco: “la Santidad consiste en estar siempre alegre”.  Esto lo comento debido a que el estrés puede sacar lo peor de uno: enojarse, renegar del servicio, no querer la comida, no tener paciencia con las otras personas, y en Costa Rica, cada día que pasaba el trabajo era mayor.  Teníamos menos horas para dormir, los problemas aumentaban en dificultad y así es también nuestra vida diaria.   Sin embargo, a medida que iban aumentando las dificultades, Jesús nos iba abrazando más; a mí me hizo cuestionarme muchos aspectos de mi vida,  sobre cómo llevaba mi vida hasta el momento y aceptar que necesitaba un cambio radical.

Palabras que sacuden

Durante el Foro escuché el testimonio de una joven que dijo: “yo sentía la necesidad de dedicarle mi tiempo a Jesús”. ¡Y cuánta razón tenía!. Me hizo preguntarme: “Adriana, ¿le estás dedicando tu tiempo a Jesús?”, y  me di cuenta que seguía poniendo excusas para no trabajar y orar a la vez.  También pude escuchar una enseñanza sobre el sufrimiento: “poco sabe de la vida el que poco ha sufrido” –decía el conferencista- ¿Cuántas veces le reclamé al Señor cuestionándolo sobre las pruebas que vivía?. Sí, soy débil Señor, ¡mas no me enteraba que lo que me provocaba dolor es un camino para mi salvación!.

Pero además de cuestionarme, Él tan misericordioso, me dio a entender que no estamos solos: Jesús durante las dos semanas que estuve  en Costa Rica y Panamá me decía constantemente: “no tengas miedo, carga con tu cruz y sígueme”.  La primera vez que lo entendí claramente fue cuando un muchacho se me acercó y me dijo: “voy a rezar por su país”.  Sentí ganas de llorar, porque a pesar de que veíamos que no se expresaba como nosotros queríamos lo que sucedía en Nicaragua, los jóvenes que asistimos a Costa Rica y Panamá experimentamos la cultura del encuentro –como lo expresó el Papa- cada uno con nuestras realidades que nos sensibilizan y nos hacen caminar juntos.

El Vicario de Cristo, al que vimos, al que escuchamos, al que sentimos, nos enseñó:

  1. A amar a los jóvenes del Emmanuel y a sentirlos como parte de mi familia, para caminar juntos hacia la santidad
  2. A afrontar y luchar contra mi propio pecado. En una charla sentí que Jesús me dijo de nuevo: “no tengas miedo, yo estoy con vos, no te obsesiones con esa tentación, el demonio quiere eso para alejarte de mí”. Y ahora queridos hermanos me he perdonado a mí misma y he depositado mi confianza en el Señor.
  3. Pero, sobre todo, cada día fue como un examen de conciencia para mí: recapacitar, por todas aquellas veces que no tuve paciencia con mi hermano, que me enojé sin sentido, que no acepté un regaño o una crítica, por quejarme de   Entonces yo me pregunté: ¿vas a seguir igual o vas a hacer ese cambio radical? Y por la gracia de Dios y solo por Él estoy aquí luchando, caminando de la mano de María.

Luis: “Solo Jesús basta: entreguémosle  nuestra vida ahora que estamos jóvenes” 

Me llamo Luis Oreste Mena. Siempre he creído en Dios, pero no lo sentía en mi corazón, ya que prefería hacer otras cosas, relegándolo a un rincón en mi vida.  Pensaba que la felicidad estaba en las cosas materiales, y decidí dejar de ir a la iglesia. Un año pasé sin participar de la Santa Eucaristía; Sólo pensaba en fiestas, reuniones con mis amigos y en experimentar los placeres que da el mundo. Pensaba que ahí se encontraba mi felicidad, mi alegría, mi paz y hasta la seguridad.  No obstante, les aseguro que nada de lo que hacía llenaba el vacío que sentía.

Alrededor de dos años estuve asistiendo a las asambleas que se hacen en Xalteva y empecé a conocer a Dios mucho mejor, y sentía que en el fondo de mi corazón Jesús me llamaba.  Recuerdo el día que llegaron los símbolos de la JMJ a la Catedral de Granada (Nicaragua); en ese momento sentí el llamado de mi Señor Jesús y fue Él el que me puso una luz: la hermosa Comunidad del Emmanuel. Nunca voy a olvidar el primer día que empecé a asistir a las reuniones de Jóvenes por Jesus (JXJ). Por eso quise alisarme como voluntario para el Foro de Jóvenes de Costa Rica y como asistente a la JMJ de Panamá.

Al vivir una experiencia hermosa en Costa Rica donde se realizó la pre Jornada, pude conocer más a fondo lo que es el servicio: ¡hacer tantas cosas para Jesús y por Jesús!. En ciertos momentos me sentía cansado, pero cada vez que empezaban las alabanzas yo sentía que desde arriba bajaba una fuerza que invadía todo mi cuerpo y mi espíritu.  En este foro pude experimentar y comprender lo que es el servicio, la alabanza, la eucaristía, la adoración y la fraternidad con los demás jóvenes.

La JMJ fue una experiencia que yo nunca había vivido, ya había soñado, y les digo que mi fe creció mucho más, con todas las actividades que se hicieron. Recuerdo muy particularmente el día que llegó el Papa Francisco; yo decía: “quiero conocerlo” y cuando ya estaba cerca, pues claro, ¡me emocioné muchísimo! y en cuanto él pasó cerca de donde nosotros estábamos, sentí una presencia de humildad, amor, alegría y felicidad. Luego el Papa  habló a los jóvenes y dijo que nosotros somos el presente no el futuro. Se refirió también a San Pedro, dijo que no sabía si él (Francisco) estaría en la próxima jornada, pero estaba seguro de que Pedro sí estaría ahí. Por mi mente pasaron estas palabras: “¡sólo Jesús puede hacer esto posible!”.

Experiencia de conversión en la JMJ

Las personas que nos acogieron fueron tan buenas con nosotros, ¡tan dulces, tan amorosas!, y esto fue porque Dios tocó sus corazones y era Cristo quién nos acogía en Panamá. También fue impactante  la Vigilia, en el campo San Juan Pablo II. Yo jamás había dormido al aire libre, pero por dentro estaba feliz. Al día siguiente llega el Papa a este campo y pasa entre todos nosotros y se da inicio a la Eucaristía, yo decía para mi: “es Cristo el que nos invita a vivir de esta Santa Cena, Él nos invita al banquete”. Y les digo, que hermoso es sentir la bendición del Papa, del Vicario de Cristo.

Mi vida ha cambiado luego que decidí entregársela a Jesús: es el camino más hermoso que puede existir, saber que ese hombre dio su vida por mí, sufrió por mí, y antes de hacer eso  Él  ya me amaba y me guiaba a un camino lleno de vida.  También experimenté grandes cambios, ya que hay muchas cosas que ya no hago para el mundo porque ahora le sirvo al que todo lo puede que es Cristo Jesús. Y les digo que el cambio es integral, es total. Jesús lo puede hacer, siempre y cuando se lo pidamos con amor y fe, ya que Él todo lo hace posible. Esta conversión y santidad se logra sólo viviendo los sacramentos y amando a nuestro prójimo, pues Jesús nos ama sin distinción alguna y así nos debemos amar cada uno de nosotros.

Sólo Jesús llena el vacío en  nuestros corazones, aferrémonos a Él: “¡Todo lo puedo, en Cristo que me fortalece!”. Todos los días hay que luchar por nuestra santidad. Cada día, al levantarnos propongámonos luchar por buscar la  santidad y veremos grandes cambios en nuestras vidas. ¡Se los aseguro!. Entreguemos nuestra vida a Cristo hoy que estamos jóvenes, ¡no esperemos tener 80 años para acordarnos de que existe Jesús!.

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